El mal necesario

Desde 1978 hasta finales de los noventa, Ríos Seoane fue amo y señor en Español.

12 de Mayo de 1998, fecha 17 del Torneo Clausura. En el estadio Nueva España Deportivo Español recibía al Vélez Sarsfield de Marcelo Bielsa. Las realidades de ambos equipos eran diametralmente opuestas. Mientras que los dirigidos por el Loco estaban a las puertas de un nuevo campeonato, el Gallego debía ganar si o si para tener alguna chance de mantener la categoría. El resultado fue lógico. El gol de Patricio Camps rompió la ilusión los miles de hinchas que habían llegado hasta el Bajo Flores esperando un milagro. El descenso de Deportivo Español después de 14 años jugando en la Primera División ya estaba consumado, aunque nadie podía decir que este desenlace lo haya tomado por sorpresa. La campaña del equipo de la comunidad española en ese torneo venía siendo paupérrima -solo había ganado dos partidos, 1 – 0 frente a Unión y, sorprendentemente, 3 -2 a Boca Juniors en condición de visitante-, pero las respuestas a esta caída a la segunda categoría no había que buscarlas solo en lo deportivo.

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Fundado el 12 de octubre de 1956, Deportivo Español nació con un único fin: unir a la gran colectividad española que había llegado a la Argentina en la primera mitad del siglo XX para «hacer la América«. Aunque republicano y ex-prisionero de la dictadura de Francisco Franco, su fundador, Luis Soler Camino, no quería que las divisiones políticas o regionales que imperaban en la madre patria se trasladen a la vida interna del club. Dentro de las instalaciones de Deportivo Español no importaba la región de origen o el bando por el cual se había derramado sangre. Allí todos eran españoles y no por nada el club adoptó los colores de La Furia para su camiseta. Durante su primera década de vida la institución experimentó un vertiginoso crecimiento.

En 1957 se afilió a lo que en ese momento era la cuarta categoría de AFA y rápidamente subió escalones dentro en la pirámide del fútbol argentino. En 1967, el Deportivo no solo había logrado ya el ascenso a Primera División sino que además se daba el lujo de organizar una gira por España para enfrentar al poderoso Real Madrid. Aunque en aquella oportunidad solo duró un año en Primera, la bulliciosa vida social del club era una prueba fehaciente de que la prédica de Soler Camino había sido exitosa. Sin embargo, en los setenta la situación deportiva se volvió demasiado delicada como para no prestarle atención y, en 1972, cayó en la Primera C, categoría en la que permanecería por siete temporadas.

Los años en los Deportivo Español estuvo en la tercera categoría del fútbol argentino permitieron el ascenso en la vida institucional de un personaje que marcaría a fuego la historia del club: Francisco Ríos Seoane. Tanta fue su importancia que Pedro Catalano, arquero que llegó en 1977 y defendió los tres palos de Español de manera ininterrumpida hasta 1994 -tiene el récord de haber atajado 333 partidos de forma consecutiva-, alguna vez lo describió como lo mejor y lo peor que le pasó al club. Oriundo de Ordes, un pequeño pueblo de La Coruña, Ríos Seoane pisó suelo argentino en 1938 con tan solo 18 años y comenzó a trabajar en el rubro gastronómico. Decir que prosperó en poco tiempo sería contar solo la mitad de la historia. Cuando ya era un personaje conocido dentro del mundo del fútbol, muchos lo describían con el Don Corleone del circuito de restoranes gallegos.

A la presidencia del club accedió en 1978 y consiguió resultados inmediatos. Deportivo Español ascendió a la Primera B al año siguiente y, para finales de 1981, ya tenía su inaugurado su propio estadio. Mas allá de un supuesto cariño por la institución, Ríos Seoane tenía una mirada totalmente mercantilista en lo que respecta al fútbol en general y a Español en particular. Cuando una vez le preguntaron por qué se había metido en la política del club este respondió que en el fútbol se hacían buenos negocios. Y vaya si los hizo. En 1984, la cervecería Bieckert -la mas antigua de la Argentina, fundada en 1860- se transformó en el main sponsor de la camiseta del Gallego. Dos años mas tarde, Francisco Ríos Seoane compraría la tradicional marca de cerveza. Su ojo comercial incluso lo llevó en los inicios de la década a pergeñar una insólita ingeniería económica para intentar fichar a Diego Armando Maradona. La idea era que el astro jugara cedido en River Plate o Independiente durante los fines de semana y con Español solo participaría de amistosos internacionales. Si el club conseguía el ascenso a Primera, Pelusa se sumaría al plantel, pero si permanecía en el ascenso se comprometía a venderlo al Real Madrid.

Tras el éxito inicial, la gestión de Ríos Seoane mostró sus primeras fallas en 1983, cuando el equipo quedó otra vez a las puertas de la Primera C y tuvo que ir a un desempate contra Central Córdoba de Rosario para ver quien acompañaba a Villa Dalmine en la caída. El 4 de diciembre, en la cancha de Sarmiento de Junín, ambos equipos no se sacaron diferencias y debieron ir a los penales. Para graficar el descontrol que era en ese momento el club bien vale recordar que Walter Martín, el futbolista que marcó el penal que salvó al Gallego, había recibido la noticia de que se quedaba libre unas horas antes.

Todo parecía indicar que al año siguiente Deportivo Español solo podría aspirar a pelear por la permanencia, pero la llegada de Oscar López y Oscar Caballero como dupla de entrenadores produjo una revolución. Con un mix de jugadores de experiencia como el ya mencionado Catalano y jóvenes promesas de las inferiores como un explosivo goleador llamado José Luís Rodríguez, el equipo de la colectividad fue un torbellino que arrasó en la segunda categoría y consiguió el ascenso a Primera de forma directa. Ahora bien, como todo lo que rodeaba a Ríos Seoane estaba cubierto de suspicacias, con los años han aparecido algunas versiones en torno a esa promoción. Dueño de una honestidad brutal a la hora de declarar, alguna vez el presidente confesó que él «sobornaba con carmelitos, muchos caramelitos» y hay quienes dicen que algunas de esas golosinas fueron repartidas entre los arqueros rivales a los que Español enfrentó durante esa temporada de gloria.

El equipo que consiguió el ascenso a Primera en 1984.

En su retorno a las ligas mayores, el Gallego no tardó en dejar su impronta. Sin desarmar la base que consiguió el ascenso, y sumando algunos refuerzos como los uruguayos Daniel Andrada y Charly Batista, Español terminó tercero en la temporada 1985/86. A lo largo de los años, el equipo ocuparía esta posición en otras dos oportunidades (1988 y 1992) y hasta se daría el lujo de disputar torneos internacionales como la extinta Copa Conmebol. Sin embargo, los buenos resultados dentro del campo de juego no podían enmascarar los manejos turbios de Ríos Seoane.

A finales de los ochenta Carlos Aimar tomó las riendas del equipo después de estar casi una década trabajando como ayudante de Carlos Timoteo Griguol. Acostumbrado a desempeñar sus labores en un ambiente idóneo como era el Ferro Carril Oeste de los ochenta o un grande como River Plate, el Cai se sorprendió con todo lo que sucedía en Deportivo Español: «A diferencia de lo que había vivido en Ferro, que era una institución modelo, acá Ríos Seoane era un desastre y no nos pagaba nunca. Una noche enfrentamos a Racing en Avellaneda, con la posibilidad de pasarlos en la tabla y quedar primeros si ganábamos. Si eso se daba, él prometió dar un premio. Fue una noche maravillosa, donde goleamos 4-1 y volvimos re contentos para el club. Cuando llegamos no había nadie, ni siquiera para festejar la victoria. Ni hablar de Ríos Seoane y el premio”.

Esta no sería la única vez en la que Ríos Seoane dejó premios sin pagar ya que, antes de la Copa del Mundo 1986, le prometió al plantel argentino un cuantioso regalo si traían la copa. Los muchachos del 86 todavía lo están esperando. Pero así como no pagaba premios o sueldos, el presidente era capaz de caer en la casa de un campeón del mundo con un maletín lleno de dólares para convencerlo de sumarse al equipo. Así hizo en 1990 con Héctor Enrique, quien jugó dos temporadas en el club antes de volver a Lanús. La desprolijidad se volvió una marca registrada de Ríos Seoane, no solo en el club sino también en sus empresas. Tanto en Bieckert como en el Hospital Español, institución de la que también fue dueño, enfrentó problemas legales, pedidos de quiebra y protestas de empleados por despidos masivos.

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El comienzo del fin de su reinado en Deportivo Español llegó en 1993. Como ya se dijo líneas atrás, Francisco Ríos Seoane nunca decía que no a un buen negocio y ese año un joven empresario con ínfulas de estadista se le acercó para proponerle un plan que por estas latitudes resultaba totalmente alocado. La idea era que el club se mudara a Mar del Plata y cambiara su nombre a Mar del Plata Fútbol Club. Todo a cambio de US$ 15 millones. Ese hombre de negocios no era otro que Mauricio Macri, futuro presidente de Boca Juniors y de la Nación, quién pretendía importar el modelo de las sociedades anónimas, algo que desde hacía décadas estaba vigente en Inglaterra y era de reciente implementación en España, pero que en nuestro país -por suerte- siempre fue resistido. Una asamblea de 2000 socios rechazó de forma unánime el polémico proyecto, algo que el presidente no recibió de buena gana.

Macri soñó con comprar Deportivo Español en los noventa. Y Ríos Seoane se frotaba las manos.

A mitad de 1994 un hecho tenebroso lo puso otra vez la lupa de los medios. Ignacio Torres, un vocal opositor, fue quemado vivo en su negocio por una persona desconocida y, tras cinco días de agonía, murió. Por el crimen fue apresado un albañil que trabajaba en el club y en el Hospital Español y pronto los investigadores establecieron la vinculación con Seoane. Tiempo atrás, Torres había denunciado al presidente de Español por malversación de fondos y este lo había amenazado de muerte. Al conocerse su pedido de captura, el acusado intentó fugarse con una valija llena de dólares pero fue detenido después de una cinematográfica persecución por el Tigre. Aunque fue excarcelado a los tres meses por falta de mérito, la familia de la victima siempre lo señaló como el autor intelectual del hecho y las malas lenguas dicen que su vinculación con el presidente Carlos Saúl Menem -como referente de la comunidad española de Argentina había hecho abiertamente campaña por el riojano- fue lo que finalmente le permitió salir indemne.

La sucesión de escándalos hizo que, en 1996, Francisco Río Seoane debiera dejar la presidencia formal del club, pero esto no significó que abandonara el poder. El (cada vez menos) todopoderoso empresario seguía en las sombras manejando los hilos de la institución y hasta incluso se jactaba en TV de ofrecer incentivos a ex-jugadores del Español para que obtuvieran buenos resultados contra rivales directos por la permanencia. Para ese entonces, Deportivo Español ya era noticia permanente por cuestiones ajenas a lo deportivo.

En 1997, a solo tres fechas de que termine el Torneo Clausura que tendría como campeón al River Plate de Ramón Díaz, los futbolistas argentinos fueron a la huelga para pedir la libertad de acción de seis jugadores de Deportivo Español: Gustavo Campagnuolo, Marcelo Pontiroli, Mauro Potenzoni, Sergio Castillo, Pablo Guede y Eduardo Fuentes. Con los contratos vencidos desde el 30 de junio de ese año, estos solicitaron el pase en su poder, pero el club se los negó aduciendo una supuesta clausula de prorroga inmediata. Quien había firmado dichos contratos no era otro que Ríos Seoane. El empresario interpuso varios recursos en la justicia que enturbiaron la situación y eso llevó a que el Futbolistas Agremiados declare la medida de fuerza.

En un insólito cambio de roles si tenemos en cuenta su historia personal y política, Oscar Ruggeri y Diego Maradona fueron antagonistas en este conflicto. Capitanes de San Lorenzo y Boca Juniors respectivamente, Ruggeri fue uno de los partidarios de la huelga mas activos mientras que Diego intentó por todos los medios que la pelota siguiera rodando, entre otras cosas por el pedido expreso de Menem. En honor a la verdad, dado que la AFA había otorgado la razón a los futbolistas y Julio Grondona se había comprometido a que pudieran continuar sus carreras sin mayores problemas en otro club, Maradona no veía la necesidad de seguir con la medida. El objetivo había sido logrado. En el caso de Ruggeri, lo que lo motivó no fue tanto una justa defensa de los derechos laborales de sus colegas sino mas bien la oportunidad de demostrarle a Grondona quien era el mas poronga del barrio.

Y por si fuera poco, Mauricio Macri volvió a entrar otra vez en escena. Ahora presidente de Boca Juniors, el hijo de Franco rompió un pacto de caballeros establecido entre los dirigentes del fútbol argentino: nunca pedir la quiebra de otro club. El mismo año de la huelga el Xeneize había cedido a seis futbolistas a Español entre los que se encontraban el arquero Sandro Guzmán, el delantero Silvio Carrario y el mediocampista José Basualdo. La deuda contraída por los prestamos no había sido saldada en tiempo y forma y Macri no tuvo tapujos en pedir la bancarrota del club de la comunidad española, la cual se efectivizó en 1998.

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Al igual que su ascenso a la cúspide, la caída en desgracia de Francisco Ríos Seoane y de Deportivo Español ocurrieron casi al mismo tiempo. Tras la quiebra y el derrumbe a la segunda categoría, el club inició una espiral descendente que hoy lo tiene sufriendo en la Primera C, la cuarta categoría del fútbol argentino. Lejos en el tiempo han quedado los días de gloria en donde el club bullía de gente y el equipo de fútbol se había transformado en un hueso duro de roer para los cuadros grandes. Aunque el Estadio Nueva España sigue albergando a un grupo nutrido de fieles que aun sueñan con días mejores, cada fin de semana los claros en las tribunas son cada vez mas grandes. Principal artífice de su gloria y de su caída, Ríos Seoane ya no está entre nosotros para echarle la culpa. Falleció en 2015 a los 80 años, internado en geriátrico y aquejado por una larga lista de enfermedades, aunque los familiares de Ignacio Torres aseguraron siempre que todo se trató de una farsa para eludir a la justicia.

«Fue amado y odiado de la misma manera. Sin dudas, Ríos Seoane fue el hacedor de todo lo que fue Deportivo Español. Con sus contactos, el jugador tenía todo lo que necesitaba, sobre todo si era un problema familiar. El hacía todo para que juguemos tranquilos y pensemos en el fútbol. Alguna vez le dije que era el mal necesario de Deportivo Español«.

Pedro Catalano

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