En la boca del lobo

Carlos Bianchi en una de sus primeras practicas al frente de la Roma. Las sonrisas duraron poco.

Nadie discute que Carlos Bianchi es uno de los mejores entrenadores en la historia del fútbol argentino. Aunque su última experiencia dirigiendo a Boca Juniors entre 2014 y 2015 no terminó bien -estuvo un año y medio y fue despedido por el entonces presidente Daniel Angelici después de no haber ganando ningún título y tener un andar muy irregular en cada uno de los seis torneos disputados-, lo hecho con Vélez Sarsfield a principios de los noventa y con el Xenenize entre 1998 y 2004 lo posicionan en un pedestal solo reservado para un puñado misters, entre los que se cuentan Carlos Salvador Bilardo, Cesar Luis Menotti, Lionel Scaloni, Osvaldo Zubeldía, Helenio Herrera o Marcelo Gallardo. Siete títulos locales, cuatro Copas Libertadores, tres Copas Intercontinentales y una Copa Interamericana son el balance de una carrera exitosísima a la que, increíblemente, solo le faltó entrenar la selección argentina.

Y no es que no haya tenido chances. Como confirmó el propio Bianchi en 2019 en una entrevista para la revista France Football en ocasión de cumpleaños número 70, en tres oportunidades le fue ofrecido el cargo por el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Julio Humberto Grondona. Y las tres veces rechazó la propuesta. El motivo de esta negativa fueron sus diferencias con la forma en la Don Julio ejercía el poder: «No me arrepiento de haber dicho que no. Fue mi decisión. A Grondona le dije que no en 1998, en marzo, justo antes de la Copa del Mundo en Francia, y luego en 2004 (cuando renunció Marcelo Bielsa) y en 2006, después del Mundial de Alemania. Siempre me negué porque tenía valores morales, valores importantes para mi en la vida, una forma de ser que no coincidía con la Selección«.

Según Julio Santella, el histórico preparador físico del Virrey, nunca hubo una intención verdadera por parte del presidente de AFA y solo fueron ofrecimientos para quedar bien con la prensa y los hinchas, que reclamaban su llegada banquillo de la albiceleste. De cualquier manera, si uno se guía por las declaraciones de Carlos, no haber sido entrenador del equipo nacional no representa una cuenta pendiente. Ahora bien, esto no quiere decir que no haya máculas en su ilustre carrera. Aparte de su errático tercer ciclo en Boca Juniors -que para nada empaña lo hecho en los dos anteriores-, sus sonados fracasos en el fútbol europeo aun resultan inexplicables.

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Con los años nos hemos acostumbrado a que los principales clubes europeos sean propiedad de personajes totalmente ajenos al mundo del fútbol. Ya sea un inescrupuloso empresario norteamericano, un excéntrico magnate chino, un oscuro oligarca ruso o un aburrido jeque árabe que no sabe en que demonios invertir su dinero, cada vez son menos los dueños que realmente tienen una ligazón emocional con el equipo. Franco Sensi fue uno de esta rara especie en extinción. Nacido en la ciudad de Roma en 1926, el vínculo de este empresario petrolero con la Associazione Sportiva Roma vino prácticamente desde la cuna. Su padre, Silvio, fue uno de los socios fundadores del club, que nació en 1927 después de la fusión de tres equipos distintos: el Alba Audace, el Fortitudo pro Roma y el Roman.

Fanático de los Giallorossi desde siempre, Sensi comenzó a participar activamente en la vida institucional del club a principios de los sesenta, ocupando el cargo de vicepresidente durante la gestión de Anacleto Gianni. Aunque con el tiempo abandonó su puesto y se concentró en su rol empresarial, nunca dejó de estar pendiente de la escuadra de sus amores y se lo solía ver en las tribunas como un tifosi mas. Aunque en la década del ochenta la Roma ganó el segundo Scudetto de su historia (1982/83), varias Copas de Italia y finalizó como subcampeón en la Copa de Europa (perdió la final por penales contra el Liverpool en la edición 1983/84), para 1993 el team de la capital se encontraba en serios problemas financieros por lo que Sensi decidió volver al club, esta vez como propietario.

Fabio Capello, Franco Sensi y Francesco Totti.

Desde un principio, el empresario apuntó alto, fichando a jugadores importantes como el uruguayo Daniel Fonseca y el argentino Abel Balbo, y designando como entrenador a Carlo Mazzone, un manager con bastante recorrido en el fútbol italiano, el cual venía de hacer una buena campaña con el Cagliari. Aunque no hubo títulos durante las tres temporadas en las que estuvo a cargo de la escuadra, bajo su ala comenzó a jugar un muchacho local que estaría llamado a ser leyenda: Francesco Totti. Pupone, que en ese momento solo tenía 17 años, ya había debutado en el equipo durante la temporada anterior pero fue Mazzone quien comenzó a darle minutos en el primer equipo y lo alababa públicamente cada vez que podía.

A 11.000 kilómetros de Roma, mas precisamente en el barrio de Liniers, también comenzaba a escribirse una historia de película. Después de casi una década, Carlos Bianchi volvía a Vélez Sarsfield. El delantero que había sido parte del plantel que obtuvo el Nacional 1968 -el primer título de la institución-, para luego transformarse en el goleador histórico del club, retornaba al Fortín para ponerse el buzo de entrenador. Si bien sus experiencias previas en el fútbol de Francia habían sido positivas, ni el mas optimista se imaginaba la revolución que desataría el nuevo DT.

Con una columna vertebral compuesta por el paraguayo José Luis Félix Chilavert -uno de los mejores arqueros de la década del noventa-, Roberto Trotta, José Basualdo, Mario Gómez y Omar Asad, la escuadra velezana se transformó en un equipo imbatible. En solo tres temporadas, Bianchi llevó a Vélez a ganar tres torneos locales (Clausura 1993, Apertura 1995, Clausura 1996), una Copa Libertadores (1994), una Copa Intercontinental (1994) y una Copa Interamericana (1996). Aparte de sus obvias dotes como estratega, los jugadores que fueron dirigidos por él hablan de un líder profesional, muy puntilloso, con gran poder convencimiento y un excelente manejo del grupo. Bianchi incluso dedicaba mas tiempo a hablar con aquellos que no eran titulares o estaban relegados en la consideración. Los integraba, les aconsejaba y los escuchaba.

Por todo lo antes mencionado no es de extrañar que, cuando Sensi decidió prescindir de los servicios de Carlo Mazzone, Bianchi haya sido elegido como nuevo entrenador de la Roma para la temporada 1996/97. En las retinas de los tifosi aun estaba presente la victoria 2 – 0 de Vélez frente al Milan en la Intercontinental de 1994. Después de aguantar los embates del Rossonero durante toda la primera mitad, la escuadra argentina sorprendió al mundo en la segunda parte gracias al penal convertido por Roberto Trotta y el golazo del Turco Asad. Ese mismo año, Carlos Bianchi fue elegido como el Mejor Entrenador de Sudamérica en la tradicional encuesta del diario El País de Uruguay. El arribo del argentino a Italia generó una gran expectativa y muchos creían que estaban ante un nuevo Helenio Herrera, aquel DT argentino que revolucionó el fútbol europeo en la segunda mitad del Siglo XX y que llevó al Inter a conquistar tres ligas, dos Copas de Europa y dos Copas Intercontinentales (aparte de varios títulos locales con Atlético de Madrid y FC Barcelona). No podían estar mas equivocados.

Bianchi fue campeón de todo con Vélez entre 1993 y 1994.

Como todo entrenador que llega a un nuevo equipo, Bianchi tenía sus prioridades en materia de fichajes. Y una de ellas era el fines Jari Litmanen. Surgido a finales de los ochenta en el Reipas Lahti de su país, desde 1992 Litmanen brillaba en el Ajax de Holanda, donde se había consolidado tras la partida de Dennis Bergkamp al Inter. Este elegante mediapunta ya era considerado uno de los mejores jugadores del mundo y el argentino, que siempre ha priorizado jugar con un enganche de buen pie, pretendía hacerlo el motor creativo de su Roma. Otro de los pedidos fue el defensor Roberto Trotta, su capitán en Vélez Sarsfield. El fichaje del Cabezón fue poco mas que un trámite -fue vendido en ₤15 millones-, pero con el mediocampista de la selección de Finlandia no hubo tanta suerte. Bianchi intentó convencer al presidente Sensi que se desprendiera de Francesco Totti para hacerle lugar al hombre del Ajax, pero el mandamás de los Giallorossi no estaba muy seguro.

Sobre la mesa había una oferta de la Sampdoria, que quería tener al joven a préstamo durante una temporada. El nuevo entrenador pretendía que Pupone fuera al equipo de Génova para ganar experiencia, pero, como reconoció el propio jugador en su autobiografía años mas tarde, irse a La Samp hubiese significado, quizás, nunca mas volver a la Roma: «Era un buen equipo. Estaban Montella y Mancini, pero yo no quería irme. (Bianchi) quería que me cedieran a la Sampdoria, y si me hubiera ido, no habría vuelto a este club que es mi casa y mi vida. Ese señor no me permitía vivir el sueño que yo quería«. Con el pasar de los meses, la mala onda de Francesco para con el argentino se hizo evidente y ese sería uno de los principales motivos por los que su ciclo al frente del club terminaría de manera abrupta. Además, debido a que Mazzone había sido considerado demasiado indulgente con los players, el DT argentino pretendió dejar en claro quien mandaba desde el día uno.

Muchos de los jugadores locales resentían de los métodos del argentino, en especial de los partidos de practica que armaba entre los italianos y los extranjeros del plantel. Según Totti, cada vez que se daban estos picados, Bianchi apoyaba abiertamente al conjunto del resto del mundo y festejaba efusivamente sus triunfos. Por su parte, Trotta afirmó años mas tarde que, en su opinión, uno de los grandes errores de Carlos fue propiciar la salida del equipo de Giuseppe Giannini, un histórico mediocampista de los Giallorossi que estuvo 15 años en el club y que en agosto de 1996 se fue a jugar al fútbol de Austria. Además, la dura disciplina del Profe Santella cayó como una patada en los testículos para futbolistas que no estaban acostumbrados a ese ritmo de trabajo: «Nos mataba. Yo estaba acostumbrado, pero un día estábamos los 30 del plantel corriendo y terminamos cuatro. Se iban, no les importaba nada. Lo miraban al profe y le decían ‘yo me voy’. El italiano nunca había corrido 12 kilómetros, y el profe quería que corrieran 14″.

El debut del entrenador marcaría el pulso de lo que sería todo el ciclo. El 28 de agosto Roma fue eliminado de la segunda ronda de la Copa de Italia tras perder 3 – 1 contra el Cesena, un equipo de segunda división que, al finalizar la temporada, acabaría descendiendo a la tercera categoría. Aunque después pareció acomodar las cosas durante las primeras fechas del campeonato -incluso pasó con holgura la primera ronda de la Copa UEFA tras imponerse por un 6 – 1 global frente al Dinamo de Moscú-, para el principios de 1997 el argentino ya era duramente cuestionado por la prensa local porque su equipo era muy irregular y había caído a mitad de tabla. Para colmo, la relación con Totti había alcanzado un punto de no retorno y el futbolista ya no ocultaba su malestar en el vestuario.

La gota que derramó el vaso fue la insistencia de Bianchi para que Sensi fiche a Litmanen. Dado que el entrenador era un recién llegado al fútbol italiano, el dueño decidió esperar a ver como este se desenvolvía para acceder a su pedido. El mediocre desempeño del equipo durante la primera parte del torneo y el hecho de que Roberto Trotta solo haya durado solo seis meses en el club -el Cabezón solo jugó seis partidos y sus compañeros nunca lo integraron al plantel por creerlo buchón del entrenador- no ayudaban a que el mandamás se decida a abrir la billetera. Para peor, la única manera de hacerle lugar al finés era enviando a Totti a la Sampdoria. A partir de ese momento, los jugadores italianos, con Pupone a la cabeza, comenzaron a presionar secretamente para que el entrenador sea despedido.

Sensi, que todavía evaluaba si debía o no cumplir con los requerimientos del mister, zanjó la discusión en febrero de 1997. A principios de ese mes, la Roma disputó un triangular amistoso contra el Ajax de Holanda -el equipo de Litmanen- y el Borussia M’Gladbach de Alemania. En un principio, Totti no iba a estar disponible porque debía jugar con la sub-21 de su país un amistoso frente a Inglaterra, pero finalmente eso no sucedió y Bianchi lo incluyó en la lista de convocados. Los rumores de su posible salida del club habían generado cierto resquemor entre los hinchas, incluso pese a que el propio jugador quería quedarse, y cuando pisó el Olímpico de Roma para el primer match contra los alemanes, algunos tifosis lo abuchearon. Sin embargo, su actuación esa tarde sería clave para cambiar su destino. La Roma triunfó 3 – 0 y el joven futbolista marcó uno de los tantos.

Postales del corto ciclo de Bianchi en la Roma. El Virrey con gesto preocupado y Totti con cara de culo.

En el segundo encuentro frente al Ajax, Totti volvió a marcar un verdadero golazo de cuchara y con su juego empequeñeció a Jari Litmanen. Tras el partido, Franco Sensi estaba eufórico y le dijo a la prensa que el jugador no se movería del club: “¿Totti? Absolutamente mejor que Litmanen. Necesitamos a alguien como él, el chico no se moverá de aquí, no dejará la AS Roma. Totti es la Roma. Vi que se había convertido en objeto de atención de los especuladores. Le dije que a partir de ahora sería su agente«. Con el apoyo explícito del propietario a Francesco Totti, la posición de Bianchi era cada vez mas endeble.

Para colmo de males, los resultados tampoco lo abalaban. Una seguidilla de derrotas entre marzo y abril -que incluyó una goleada en contra 3 – 0 frente a la Juventus- signaron su suerte. La prensa romana, que ya olía sangre, era particularmente agresiva con el DT argentino en las conferencias de prensa, llegando incluso a preguntarle directamente y sin anestesia cuando tenía pensado renunciar. A estas alturas, era vox populi que Totti había iniciado en el vestuario una rebelión contra Bianchi y a este no le quedó otra alternativa que darle un ultimátum al propietario: «Él o yo». Todos sabemos como terminó la historia.

El ciclo de Carlos Bianchi al frente de la Roma de Italia solo duró siete meses. En 31 partidos, el entrenador solo cosechó 12 triunfos, 9 empates y 10 derrotas. Además, para cuando dejó el cargo, el equipo coqueteaba con la zona de descenso, una situación que solo pudo revertir a cuatro fechas del final. A principios del nuevo milenio, cuando ya había recobrado el prestigio internacional como entrenador de Boca Juniors, el Virrey dio un extenso reportaje al Corriere della Sera donde dio su versión de los hechos: «¿Si fue un fracaso? No diría tanto. Reconozco que erré mucho. Me confié al llegar y fallé por haber sido tan confiado con cierta gente (…) Solamente pedí un refuerzo: Roberto Trotta. Llegó con una rodilla lastimada y la prensa romana lo destrozó. Es cierto que el Roma actual, de Fabio Capello, es muy superior al mío. La diferencia es enorme, tanta como la distancia entre aquellos jugadores y los de ahora. Ahora está Walter Samuel, el mejor defensor argentino de toda la historia, superior inclusive a Passarella, y yo tenía a Nonni, Lana, Tetradze y Pivotto. Entre los cuatro no hacía un Samuel, ni mucho menos. También Capello tiene al mejor delantero del mundo: Batistuta. Yo tenía al sueco Dhalin, que pesaba 100 kilos, y al uruguayo Fonseca, que nunca quería entrenar y pensaba que debía jugar por derecho divino«.

Pese a las explicaciones posteriores y los resultados obtenidos con Boca Juniors, en Roma aun hoy la mención del nombre de Carlos Bianchi produce un sinnúmero de reacciones, ninguna de ellas positivas. Su abierto enfrentamiento con Francesco Totti condenaron su ciclo al fracaso. El entrenador jura que intentó acercarse al muchacho apenas llegó, incluso tratando de aconsejarlo. El futbolista en su biografía contó una cosa totalmente distinta: «No tarde mucho en caer en la cuenta de que la tenía especialmente tomada conmigo porque me consideraba un holgazán. No había manera de hacerlo cambiar de idea, ni siquiera trabajando el triple«.

Quien mejor describió el ciclo de Bianchi en la Roma fue Daniele De Rossi, aquel mediocampista de la selección italiana que pasó casi toda su carrera jugando en el club de la capital y que tuvo un pasó efímero por Boca entre 2019 y 2020: «Bianchi en Boca Juniors es considerado por menos que un dios, pero en Roma todavía piensan que es medio boludo«.

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